Polonia en bici
Como primera y casi definitiva sugerencia, si alguien quiere ir a Polonia en bici, que no vaya, es mejor que coja una mochila y la recorra en tren, se evitara sobresaltos y el aliento de los coches en su cogote, pero bueno aun así no os alejéis de las siguiente líneas, donde pasare a desarrollar las experiencias de los alucher@s en su ruta polaca.
Datos prácticos.
El carril bici en Polonia es algo absolutamente excepcional, con lo cual nos quedaban las carreteras, en una primera vista sobre el mapa, parecía que las carreteras secundarias podían ser validas para el uso de la bici. Nada más lejos de la realidad.
En Polonia hay pocas carreteras, no hay autopistas, lo que hace que la red secundaria se utilice tanto como las carreteras principales. El arcén en Polonia tiene color de hierba, vamos que te vas al sembrado a poco que te despistes, el asfalto esta en unas condiciones lamentables, alguna carreteras con el peso de los camiones, empiezan a coger la forma de las rodadas y cuando llueve, se convierten en arroyos a lo largo de la carretera, además de grandes baches que parecen piscinas y el trafico es abundante y denso.
El conducir de los polacos daría para muchas páginas, pero intentare ser breve para no aburrir al personal.
Los polacos corren y mucho, parece ser que con la llegada del capitalismo, han pasado del Skoda, a los Audis, Golf y demás coches de gran cilindrada. Apuran la frenada hasta al último instante y se adelantan aprovechando el mínimo hueco. Tuvimos la ocasión de ver adelantamientos que ni el mismo Fernando Alonso los firmaría. Para los polacos eso de bicicletas rulando por sus carreteras era un obstáculo insignificante, con el que disfrutaban adelantando en un equilibrio de milímetros de cómo pasar rozando sin tirar el bulto.
Sobre las distancias de seguridad solo señalar que han hecho un poco recorte pasando del metro y medio hispano al centímetro y medio polaco. Cada vez que te adelantan sientes una caricia la mar de agradable.
En resumen, recordad a los macarras que veis aquí, pues lo mismo pero en toda una población. Por supuesto, siempre había gente con un conducir civilizado, pero los pocos.
Sobre los polacos y polacas en general, sin ánimo de generalizar, y en un estudio de campo que hicimos sobre el lugar, nos proporciono las siguientes conclusiones.
El 90 % con quien nos cruzamos no era simpático o agradable, sino todo lo contrario. Si alguna noche te encontrabas de frente un polaco que se tambaleaba y con signos de ir mamado, era conveniente quitarte de su línea de trayectoria, ya que sino era posible que te calzara una galleta.
El polaco de sexo masculino, tiene como afición el mamporreo, es decir darse de ostias y luego tomarse tranquilamente una birra, o viceversa, según le tercie.
Nosotros intentamos alejarnos de esa costumbre que no nos pareció muy adecuada a nuestros enjutos cuerpos.
Una especial mención requieren las expendedoras de ticket en las estaciones de trenes.
Cuando oían hablar en castellano que debería sonarles como muy lejano, su rostro se deformaba y adquiría tintes melodramáticos, y cuando ya les dibujabas las bicicletas, el espanto se dibujaba en sus caras, y ya le dijeras lo que les dijeras lo único que podías arrancarle de su boca es un full. Vamos que el tren estaba lleno. No tenían ninguna intención de ayudarte, y por si fuera poco, la gente que esperaba su turno, no lo esperaba pacientemente, si no que se entretenía en lanzar gritos, que por la forma y gestos, parecian ser insultos, a nosotros, por supuesto. Todos unos angelitos.
Cosa curiosa ya que los trenes polacos el personal va a mogollón y no se llenan nunca, aunque tengas que ir tirado por los pasillos. Así que nuestros viajes en tren fueron una especie de remolino entre bicicletas y alforjas y polacos chillándonos en polaco o en chino que para el caso nos sonaba igual.
De todo lo anterior puede dar cuenta nuestro aluchero traductor chema, gracias a sus esfuerzos y paciencia pudimos regresar a Madrid. Si fuera por la amable vendedora de ticket, la del full siempre en la boca, todavía estaríamos en Gdansk, comiendo salchichas y bebiendo cerveza.
Los trenes en Polonia son incómodos y lentos, pero también baratos, así que los alucheros con el bolsillo apretado y con sueño atrasado sabrá sacarles jugo.
Aun así no quiero cerrar este apartado sobre los polacos y polacas sin recordar que también nos encontramos con excepciones, con Victor y Maria, del que posteriormente hablaremos cuando el viaje se acerque a su casa.
Sábado 11 de agosto- Varsovia.
Cogimos el avión con la compañía LOT muy temprano y llegamos a Varsovia sobre las 9’30. El primer día fue un presagio de lo que sería todo el viaje. Gracias al buen hacer de la compañía polaca Lot, un par de bicicletas se quedaron rezagadas por el camino, su explicación fue, que no cabían en las bodegas. Nos prometieron que no había ningún problema, llegabas a Varsovia ponías una reclamación, les dabas la dirección de donde estábamos alojados, y nos mandaban las bicicletas. Más lejos de la realidad, las bicicletas recogimos en un rincón del aeropuerto, después de que nosotros por nuestra cuenta, fuésemos a ese lugar. Ni que decir tiene, que ni llamadas, ni transporte, y lo que es peor en el aeropuerto no sabían ni de lo que les estábamos hablando.
Para empezar el primer día, no está mal, los polacos solo nos estaban metiendo en la primera escena de este viaje.
Y como no hay mal que por bien no venga eso nos sirvió para poder dedicarle el día entero a Varsovia, cosa que no entraba en nuestros planes iniciales.
Varsovia es una ciudad que mantiene su impronta soviética. Las avenidas grandes, amplias, con pocos coches y con tranvías que circulan por el corazón de las mismas. Hay edificios enormes, destartalados, mastodontes que parecen acariciar el cielo, había un trozo de gueto judío y un par de casas cinematográficas, que apenas se tienen en el suelo.
El casco antiguo de Varsovia es pequeño, para unas pocas horas, completamente reconstruido como casi toda esta ciudad, mantiene la belleza que no le otorgo el tiempo pero si la mano del hombre. La plaza del casco antiguo es el lugar mas interesante, una compilación de estilos barrocos y renacentistas, y un interesante numero de terrazas donde a euro tontorrón van cayendo generosos vasos de cerveza.
Si tenéis la oportunidad de andar por sus calles disfrutar de su gastronomía. Varsovia es barata y podéis disfrutar de los manjares de un buen restaurante por unos pocos euros.
Nosotros tuvimos la oportunidad de comer en una lechería, que son unos establecimientos que sirvieron de comedores públicos en los tiempos pretéritos, y que por un par de PLN, te daban unos excelentes combinados de manjares del terreno.
Aunque en sus inicios estas lecherías eran fundamentalmente vegetarianas, en esta en la que estuvimos se le escapaba algo de chicha, un sitio curioso y con encanto, muy cerca de las murallas que parecen cortar el casco antiguo.
En Varsovia dormimos en el hostal youth hostal, Oki Doki hostel, no muy lejos del casco antiguo, y sin duda el mejor hostel del viaje.
Domingo 18 de agosto, Varsovia – Alrededores de Schaczew 73 kms.
Una vez terminado con el engorroso proceso de poner las bicis a puntos, y una vez que la pereza nos va abandonando nos montamos sobre la burra ansiosos por salir de Varsovia en busca de la aventura polaca.
La salida de Varsovia no es complicada, las amplias avenidas con sus enormes aceras nos permiten discurrir tranquilamente sin la molestia de los coches. Incluso podemos disfrutar del único carril bici con el que nos topamos, o acera bici más bien, que nos deja fuera de la ciudad.
Cogimos la carretera que nos llevaría al parque nacional de Kampinos, carretera estrecha, descarnada y sin arcén, y por supuesto con bastante tráfico.
El transcurrir de los pueblos es continuo, cada par de casas son un pueblo, así que los mismos se enlazan unos con otros.
Aproximadamente a unos 40 kms, llegamos a Kampinos, cuya única mención es una iglesia de madera, interesante y bella por lo recóndito de su situación.
Llenamos el buche a base de una especie de torta que una paisana de gesto imperturbable nos vende en una especie de chiringuito. Se trata de una enorme torta rellena de diferentes verduras y carne que no llegamos a descifrar, pero que estaba bueno, y sirvió para calmar nuestro apetito.
De ahí nos dirigimos al parque nacional que hace honor a su nombre, nuestra primera intención era cruzarle a través de alguna pista y llegar al siguiente pueblo por medio del parque.
Nada más llegar desistimos, primeramente porque lo de parque nacional era una coña marinera, la señalización brillaba por su ausencia, las rutas que venían en algún mapa, se convertían en una telarañas de senderos irreconocibles y sobre todo porque desde hacia tiempo teníamos encima de nuestras cabezas unas negras nubes con ganas de molestar. Empezó a llover y la siguiente hora la pasamos debajo de una parada de bus, el agua hizo estragos para algunos y otros fueron más afortunados.
Cuando dejo de llover partimos a Sochaczew ya por la carretera, nuestro destino del día de hoy. La lluvia no dejo de acompañarnos aunque en menor intensidad, eso si el asfalto piscinero con el que nos encontramos hizo que cada vez que nos adelantara un coche nos dejara una sensación de frescor.
Estos 25 kms han sido los más duros que yo recuerde, cuando llegamos a Sochaczew teníamos la impresión de haber corrido el tour de flandes en un día de lluvia.
Como remate no pudimos dormir en el pueblo porque el único lugar con el que contaba, el hotel Chopin estaba lleno, así que cogimos la carretera nacional vuelta a Varsovia y dormimos en un hotel de carretera.
El Hotel tenia cierto cache, estaba vacío, no daban cenas y desde la hora de la comida nuestro estomago no había tenido tiempo de trabajar. Gracias a Gatusso, que había comprado algo en una tienda de alimentación, cenamos lo que teníamos. Nuestro menú consistió en un sándwich de mortadela con queso y un troco de tomate, suficiente para engañar al estomago y al sobre en espera de un mejor día. Porque como podéis haber podido comprobar, aparte de la torta y las cervezas, Polonia no nos estaba ofreciendo mucho.
Lunes 19 de Agosto- alrededores de Sochaczew- Plock 81 kms
De Sochaczew nos dirigíamos a Illow para llegar a Plock a través de la 575. La carretera era llana pero con el suficiente trafico como para no poder caminar tranquilamente, para que no olvidaras el aliento en tu cogote de algún coche desenfrenado.
Después de Illow el paisaje empezó a resultar mas agradable, no era raro atravesar algún pequeño bosque de hayas. A la altura de Dobrzykow nos paramos a tomar un refrigerio a base de zumo de cebada.
En este garito se nos presento un polaco flacucho y simpático, en un ingles de indio nos invito a su parcela a degustar unas salchichas a la parrilla, y un plato del lugar, una especie de revuelto bastante especiado, del que dimos fe en un abrir y cerrar de ojos.
Sin duda estos momentos, son con los que los alucheros se quedan, Victor era un amante del deporte de las dos ruedas, miembro de un club cicloturista ucraniano. Y eso le hizo sentirse muy cerca de nosotros, con la generosidad que solo puedo mostrar el que viajado sobre dos ruedas.
Después de hincharnos a comer y a beber, y antes de que la noche se echara encima nos dirigimos a Plock. Victor se vino con nosotros, a modo de guía e intérprete, y gracias a ello llegamos a Plock, porque las cervezas habían sido generosas y las ganas de aventura eran pocas. Nos volvió a sorprender la lluvia, lo que sirvió para recuperar un tonito lucido, que nos acompaño hasta Plock.
Allí dormimos en un hostal Dom Studenta nr, con pinta de cuartel general de la stasi.
Un baño y un cagadero para ocho, y unos personajes pululando por el hostal dignos de Buñuel.
Gracias a Victor pudimos gestionar el alojamiento, por que la menda no tenia ni papa de ingles ni estaba por la labor de hacerse entender.
Plock tiene un par de bonitas plazas unidas por una calle peatonal, y una imponente catedral que miraba al vistula. El resto no parecía interesante o a lo mejor no supimos verlo, porque cuando los alucheros andan cansados es de mirada complaciente.
Martes 21 de Agosto de Plock a Torun 105 kms
Hoy nos tocaba la etapa larga de cada ruta, y ya sabemos lo que eso significa para alguno de los alucheros. Tanto tipo encima de la burra sin una buena cerveza que llevarte a la boca. Pero se tuvo que hacer así para recuperar el tiempo perdido de la primera etapa.
Desde Plock a Lipno, los primeros 65 kms del día el camino era llano, con algunos toboganes que te rompían el ritmo que como no era muy elevado rápidamente retomábamos.
El tráfico incluso en algunos momentos parecía escaso, permitiéndonos echar un vistazo al paisaje que nos acompañaba.
Los últimos 40 kms de Lipno a Torun, fueron una absoluta temeridad, cogimos la carretera 10 que une ambas localidades. Una carretera que hacia las veces de algo parecido a una nacional, sin arcenes y con abundante trafico. Los camiones nos adelantaban dando la sensación de querer echarnos de la carretera, y los coches pasaban tan cerca de nosotros que si hubieran sacado la mano por la ventanilla nos hubieran dado una colleja.
Llegamos a Torun, con el corazón todavía encogido, y en busca de el alojamiento del lugar, el albergue de la PTTK, Dom turysty. Un albergue barato y con las comodidades justas.
Torun cuyo casco antiguo es patrimonio de la humanidad, es una bella ciudad con una ciudad vieja repleta de construcciones de ladrillo rojo, fachadas barrocas y tejados abovedados. Es una ciudad donde el viajero tiene ganas de perderse y zambullirse en sus terrazas, y formar parte de sus calles y esquinas.
Dimos cuenta de una copiosa cena y nos dio para un baile para festejar el cansancio, por ahí descubrimos a un polaco que trabajaba en Barcelona, de verbo aguerrido, con un tono racista y de estética de facha de gimnasio. Nos dio una lección de el que no se ha enterado de nada, un emigrante racista y xenófobo.
Torún-Malbork- Gdansk – Varsovia ( 22-25 de agosto en tren)
Después de la experiencia acumulada con las carreteras, parte de los alucher@s decidimos dar por finalizado nuestro viaje biciclista y pasar simplemente a ser viajero cuya maleta es una bici con alforjas. Otros alucher@s más osados optaron por hacerse parte en bici.
Tanto Malbork como Gdansk y Torun, son ciudades hanseáticas, es decir antiguos puertos a orillas del Vístula que sirvieron como avanzadillas comerciales de sus vecinos alemanes. Todo ello se percibe en sus edificios y construcciones.
Si pasáis por Malbork, no os podéis perder su castillo gótico, el más grande de Europa, fortaleza medieval declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Se encuentra a orillas del Vístula y es incluso más bello por fuera que por dentro. Aun así si es recomendable darse una vuelta por sus entrañas, ver sus reconstrucciones y echar un ojo a lo que fue y a lo que se perdió en la II guerra mundial.
Gdansk, era la joya del viaje, y no nos defraudo, ciudad mediana y con un casco antiguo orientado hacia el puerto que parece que nunca desembocara en el mar. Ciudad de carácter marcado por su intensa historia y con una fuerte identidad. Lugar para pisar y estar y con calles que nacieron para perderte. Sin duda uno de los sitios más bellos donde pisaron los alucher@s.
Y después de algunas aventuras y otras tantas desventuras, y tras una ardua lucha para conseguir un viaje de vuelta a Varsovia , regresamos a nuestro punto de inicio. Nuestro viaje por tierras polacas acabo alrededor de una mesa en el mismo sitio donde empezó nuestra aventura.
Unos vodkas con manzana y hasta mañana.
Para despedir, decir que los alucheros quisieron entrar en Polonia, pero Polonia no entró, ni quiso entrar en los alucheros
PD: Los que pusieron de mote Polacos a los catalanes tuvieron muy mala leche